Un viaje inolvidable para descubrir cuatro villas fascinantes, donde pasado y presente se entremezclan, provocando sensaciones intensas y asombrosas.
Por Ángel Carro
A poco más de una hora de vuelo desde España, viajar a nuestro vecino país, supone un verdadero cambio, una inmersión en un lugar de ensueño, de un exotismo deslumbrante: paisajes naturales que pasan del caluroso desierto del Sáhara a las cumbres nevadas del Atlas, de las playas de Agadir a los valles del interior, una sabrosa y refinada gastronomía, una maravillosa artesanía que perdura, al igual que las costumbres, desde hace siglos y sobre todo sus ciudades imperiales, las cuales respirando bajo el mismo sol, elevándose sobre la misma tierra, ni diferentes ni parecidas aparecen Rabat, Meknes, Fez y Marrekch: cuatro ciudades imperiales supremas, deslumbrantes. Nacidas capitales, cada una de ellas eclipsa en esplendor de las demás.
Elegir se hace difícil, lo mejor es verlas todas, atravesando Marruecos y su historia, recorrendo los 1.047 km que las unen.
Fez
Capital intelectual y artesana, la más imperial de las ciudades de Marruecos, Fez es la perla del mundo árabe, el lugar de las grandes sensaciones.
Aquí como en Florencia o en Atenas, el viajero viene a buscar el tesoro de una civilización, la inagotable riqueza de una vida generosa y variada hasta la profusión, donde reina la sensualidad del sol, de los colores, de los sabores. En Fez se encuentra, con seguridad, lo que uno ama.
Fundada en el año 808, con Idiss II, la primera capital del reino. Y luego otras dos veces: en el siglo XIII, con los Merínidas y en el siglo XIX, bajo el reinado de Moulay Abadía. Centro espiritual y cultural del Marruecos tradicional, Fez es una ciudad múltiple, única por su esplendor, además de la ciudad moderna construida tras la Primera Guerra Mundial, Fez se desdobla en Fez el Jédid (“la Nueva”) y Fez el Bali (“la Vieja”).
Fez el Bali a su vez, se compone de dos barrios. En 818, varios centenares de familias musulmanas, expulsadas de Andalucía por los ejércitos cristianos, se instalaron en la orilla derecha del “oued” Fez. Poco más tarde, otras familias keruanesas se establecieron en la otra orilla.
Los árabes de Andalucía aportaron el arte y el saber de una civilización que se encontraba en el apogeo de su gloria. El barrio de los andaluces sorprende por su esplendor y por la riqueza de sus edificios. Los palacios rivalizan en ornamentación: artesonados esculpidos, bronces cincelados, “zelleiges” polícromos, “moucharabiehs”, columnas y escayolas esculpidas…
La puerta monumental de la Mezquita de los Andaluces invita al recogimiento. Caracterizada por su minarete verde y blanco, la medersa el Sahrij (1321) brilla con lujosa decoración. Todas las medersas abrigan un patio pavimentado en mármol o en ónice, que se percibe, a través de las puertas entreabiertas. Dentro podemos oír las voces de los niños entonando salmos o cómo vibran las cuerdas de algún instrumento musical.
A los keruaneses les debemos la imponente y espléndida Mezquita de Qaraouiyyín, con su brillante tejado color esmeralda. Éste es el centro de enseñanza más antiguo del mundo occidental, anterior a Oxford y a la Sorbona. Destaca su biblioteca, una de las más ricas del mundo con un soberbio Corán del siglo IX.
A los Merínidas, que tomaron el poder en el siglo XIII, les pareció que Fez el Bali era pequeña para contener los palacios que se merecía, por eso construyeron fuera de los muros, añadiendo jardines, mezquitas, escuelas coránicas, zocos… dando nacimiento a Fez La Nueva o Fez el Jédid.
La calle mayor de los merínidas y la plaza de los Alauitas constituyen su centro neurálgico. Dar el-Makhzen, el palacio real de las puertas doradas, da a la explanada de la que sale la calle Bou Khessissat, con sus casas de madera y de hierro forjado.
A unos cientos de metros, el cementerio judío, con sus tumbas inmaculadas, es un espacio de silencio en el corazón del Mellah, el barrio judío.
Dentro de la medina, en Fez el Bali, cada actividad tradicional tiene su propio barrio, organizado de forma autosuficiente: al Oeste se encuentran las sedas de la kissaria o mercardo cubierto, las especias del zoco el Attarin y, cerca, el zoco de la henna, con los perfumes afrodisiacos. Algo más lejos, en la plaza Nejjarin, los carpinteros y su madera de cedro. Hacia el sur, en la plaza Seffarin, los artesanos golpean el metal frente a tiendas de calderos y sartenes de hierro y cobre. Al lado se extienden los zocos del oro y la plata.
Los curtidores, tintoreros y alfareros se sitúan en el círculo extremo, cerca del río, entre calderos rebosantes de tinte y olor a despiece, tintoreros y curtidores trabajan las pieles extendidas de la misma manera que los andalusíes trajeron de Córdoba hace más de mil años. Los alfareros han dejado la medina y sus humos se levantan más allá de Bab FUT, al otro lado del barrio andalusí.
La mejor forma de visitar Fez es caminando sin prisas y sin rumbo fijo, inmerso en el torbellino de su vida, dejándose guiar por los sentidos. La lana mullida, los vasos de té ardiente, el olor de los aromas y de las salmueras en el zoco de los vendedores de especias, el estallido de colores en el zoco de los tintoreros, el sabor de los pinchos y de los pasteles de miel, el murmullo de las conversaciones de los hombres, los ruidos de las herramientas… Perderse en este laberinto de callejuelas, escaleras, pasajes, bóvedas y callejones sin salida es participar de la fascinante autenticidad de un mundo celosamente conservado.
Meknes
Conquistada por los Almorávides en el siglo XI, por los Almohades en el XII, por los Merinidas en el XIII y por los Outasides en el XV, a Meknes le llega su turno, en el siglo XVII, de conquistar el corazón de un hombre: Moulay Ismail. El sultán asocia Meknes a su destino y decide hacer de ella la más fabulosa de las capitales imperiales.
Palacios, mezquitas, jardines, estanques, graneros y cuadras se edifican durante más de 50 años, pero sin conseguir colmar el gigantesco perímetro de sus murallas: el sueño de Moulay Ismail permanecerá inacabado.
Sus puertas son monumentos, sus zocos constituyen un auténtico y pintoresco viaje, insólito y cotidiano, sus ruinas permanecen imperiales, sus museos se sitúan tanto en palacios como en campo abierto en la antigua ciudad romana de Volúbilis, a medio camino entre Fez y Meknes.
Bab Mansour es sin duda una de las más bellas puertas de África del Norte, el texto en árabe que la decora afirma que no hay otra igual ni en Damasco ni en Alejandría. Meknes invita a un paseo reposado por la medina y a entender cómo es un auténtico zoco, donde los objetos corrientes se convierten en extraordinarios. En el zoco Sekkakine, aprenderás a regatear por ese hervidor de asa tan extraña o por ese bello cuchillo curvado, al final los dos acabarán en el fondo de la maleta. El zoco Bezzazine que huele deliciosamente a mimbre, donde encontrarás unas hábiles manos confeccionando un cesto lleno de recuerdos.
En la plaza, fondas, peluqueros, herreros y bazares se disputan a los que callejean. Un agradable ritmo proveniente de la puerta Bab el-Jedid nos atrae, no es extraño ya que alberga a los vendedores de instrumentos musicales.
Los almacenes de Dar el-Ma (castillo de agua) nos dan una idea de la desmesura de la ciudad imperial: murallas de tres metros de anchura conservaban los alimentos, así como el grano y el heno de los 12.000 caballos que podían albergar las cuadras.
La visita al mausoleo de Moulay Ismail, con su patio adornado con mosaicos, fuentes de mármol cincelado, techo de cedro tallado, suelo cubierto de tapices meknesíes fue la última su última morada y está construida a imagen y semejanza de sus palacios.
Rabat
Una ciudad rodeada del azul intenso del mar y del cielo, encerrada en el ocre de sus murallas, una ciudad blanca con su minarete que juega con las nubes, cuya historia se remonta a la antigüedad, cuyas bellezas se han acumulado en el transcurso de los siglos, una ciudad que fue la capital del Imperio Almohade en el Siglo XII y que es la capital del Marruecos contemporáneo: es Rabat, la ciudad Real.
Rabat alberga el Palacio Real de Su Majestad el Rey Hassan II. Es la sede del Gobierno y de la Administración, patios floridos y jardines exuberantes destacanla ciudad: el de los Oudayas encantador: el de la necrópolis de Chellah, romántico; y como una corona rodeando la ciudad, las amplias playas de arena dorada.
El sueño inacabado de Yacoub el-Mansour: la Torre de Hassan, mide 44 metros pero debería haber llegado a los 80, grandiosa pero inacabada. Doscientas columnas delimitan la que hubiera sido la mayor mezquita del mundo musulmán.
Muy cerca de la Torre Hassan, pero a siglos de distancia, se encuentra el Mausoleo de Mohamed V. Más de 400 artesanos realizaron ésta suntuosa obra a quién condujo a Marruecos a su independencia. El interior es una sala maravillosamente trabajada y en su centro, la lápida de ónix descansa sobre un bloque de granito pulido como un espejo.
La Alcazaba de los Oudayas, la parte más antigua de la ciudad, fue escenario de numerosas aventuras, siendo la puerta almohade de Bab Oudaia su entrada principal, construida en 1195. Aquí podemos encontrar la mezquita más antigua de Rabat (Siglo XII).
No hay nada más evocador que imaginar la vida hace mil años mientras saboreamos un té a la menta con unos deliciosos pastelillos de miel, tranquilamente instalados en el café moro de la Alcazaba, con la mirada perdida sobre las barcas del río Bou Regreg, al pie de las murallas de Rabat.
Marrakech
Por fin llegamos a la última de las Ciudades Imperiales: Marrakech. La ciudad faro de los almorávides en el siglo XI, dio su nombre a Marruecos y continúa hoy perpetuando su magia. Oasis a las puertas del desierto, joya al pie del Atlas. Marrakech es la deslumbrante y soberbia capital del Sur de Marruecos aportando el toque final a un cuadro de inmutable belleza.
Aquí se sucedieron las dinastías tras las disputas de los más grandes reyes. Arquitectos de todas las épocas, ayudados por sabios, artesanos, pintores y escultores, levantaron suntuosos palacios, mezquitas, jardines, medersas.
Aquí se mezclan los bereberes y los árabes. Aquí convergen los nómadas y los montañeses, abundan las mercaderías, florece la artesanía, se alzan palacios.
En la Djema el Fna, que significa Lugar de los Muertos, se dan cita camiones repletos de naranjas, de granos tostados; mujeres vestidas del Anti-Atlas para vender sus cestos; narradores de historias, músicos, bailarines, escritores públicos delante de sus paraguas negros, echadores de la buenaventura, vendedores de pociones, curanderos, boticarios…. un día cualquier se convierte en un espectáculo.
Luego los saltimbanquis ceden su puesto a los figoneros, poco a poco las lámparas empiezan a encenderse y es entonces, cuando en la noche estrellada, la luna se convierte en una más de las mil y una luces de la plaza Djema el Fna.
Todo es digno de ver en Marrakech, tenemos palacios como el de la Bahía, alzado sobre unos jardines perfumados de jazmín y de naranjos. O el de Dar Si Said, actualmente Museo de las Artes Marroquíes.
La belleza fría y muda de las tumbas saadinas. La Medersa de Ben Youssef. Los majestuosos vestigios del Palacio de el-Badii: construido con oro, ónice y mármol italiano.. todo ello cambiado por su peso en azúcar…
Visitar los jardines propicia una ocasión soñada de recorrer Marrakech en calesa. El Jardín de la Villa Majorelle con sus pájaros. La Menara, su pabellón y las tranquilas aguas de su estanque. El Palmeral y sus 13.000 hectáreas de palmeras, naranjos, olivos, manzanos…
Sus murallas ocres han defendido la ciudad durante 800 años y el minarete de la mezquita almohade de la Koutoubia vigila orgullosa desde sus 70 metros la ciudad.
El deambular por sus zocos puede convertirse en una maravillosa fiesta para los sentidos. Para participar de su vida hay que someterse a los tres rituales: codiciar, regatear y adquirir… anillos, espadas, alfombras, babuchas, cestos, especias…. El arte del mercadeo o regateo se practica alrededor de un té a la menta, desembocando la discusión por el precio en una cordial conversación. Por otra parte, una larga negociación no dejará de añadir una plusvalía de recuerdo a la compra.
T&A Recomienda
Dónde dormir
El hotel Barceló Fès Medina. Está pensado para ser un remanso de paz en el corazón de Medina. El hotel se encuentra ubicado en el límite de la Ciudad Imperial de Fez. Un hotel de nueva construcción que combina comodidad y funcionalidad.
Sofitel Marrakech Lounge & Spa. Diseñado con un estilo andaluz contemporáneo y situado en unos suntuosos jardines, es un lugar de tranquilidad y placeres sensuales dedicado al desarrollo de todos nuestros sentidos. Revitalicemos elu cuerpo y mente en este lujoso paraíso de paz, serenidad y sensualidad, a pocos pasos de la Medina.
http://www.sofitel.com/es/hotel-3569-sofitel-marrakech-lounge-and-spa/index.shtml
Dónde comer
Pepe Nero Restaurant. Posiblemente uno de los mejores restaurantes de Marrakech. Alta cocina marroquí en un atmosfera para sibaritas. Algo caro pero merece la pena si eres un viajero amante de la buena gastronomía.
http://www.pepenero-marrakech.com/
Riad Laaroussa. Este restaurante de Fez, y también hotel, hará las delicias de los que disfrutan la comida de fusion con un toque marroquí. El secreto está en el esmero y mimo de su cocinera.
http://www.riad-laaroussa.com/es/index.php?ryad-fez=moroccan-kooking-ryad-laaroussa-fez-morocco
Cómo llegar
Air Maroc e Iberia tienen vuelos diarios desde España a varias de estas ciudades de Marruecos.