Desde el principio de los tiempos el gran sueño de la Humanidad ha sido volar. Personajes tan ilustres como Leonardo nos abrieron las puertas para que nosotros conquistáramos los cielos.
Por Óscar San Martín Molina
Era un día de primavera como cualquier otro, cuando, de repente, sonó el teléfono. Desde la redacción Julen me preguntó que tenía una llamada, algo importante para un nuevo desafío… Mi primera reacción fue de sorpresa, no tenía de momento planeada ninguna nueva aventura en mi cabeza, pero al momento la curiosidad y quietud alteraron mis sentidos.
Tras una breve pero más que intensa conversación, me propusieron sobrevolar en globo las tierras interiores del Pirineo Leridano. No me lo pensé, actué rápido y contesté que sí, de una forma totalmente espontánea, como si tu cabeza coordinará a una velocidad superior a cualquier razonamiento lógico y objetivo.
Decidimos emplazarnos para un mes después, y embarcarnos en una experiencia que tenía tintes de ser más emotiva y espectacular que emocionante. Así que, durante un mes estuve informándome un poco de qué era eso de volar en globo. Poco a poco, me di cuenta que la experiencia me iba a cautivar, aunque estar a 3.000 metros del suelo puede hacerte pensar que introducirte en una cesta no sea muy divertido.
El vuelo
Llego el día y las condiciones meteorológicas eran favorables, algo que supuso que nuestro despegue fuera cordial y sin sobresaltos, cosa que un primerizo en estas batallas agradece. Sin embargo, algo que no es tan gratificante es la sensación térmica en las alturas donde el frío penetraba hasta los tuétanos. Por ello, buscábamos el constante aire caliente de los calentadores del globo y el abrigaño de la cesta, que poco a poco te iban metiendo en calor.
Cuando empezamos a adquirir altura tuve la sensación de que el viaje tenía mucho menos riesgo del que suponía, aunque nunca debemos de olvidar que nuestra única protección era el buen hacer de nuestro guía, las condiciones atmosféricas y el propio globo, y sin embargo mucho más de disfrute, sosiego y relajación con todo lo que percibíamos a esas alturas.
Contemplar los pirineos, mirándolos de tú a tú, producía una sensación increíble, de total libertad pero de profundo respeto por esos gigantes de la naturaleza. Notabas como si el deshielo de sus cumbres, recordad que es mayo, fueran lágrimas constantes que iban a parar a imponentes charcos que nacían de las entrañas de las montañas. A lo lejos y detrás de ellas, veías aparecer tímidamente el sol, sus primeros rayos dorados tornaban la campiña leridana en paisajes sacados de algún sueño tan real como la vida misma. Creo que en esos momentos te sentías fuerte, con la sensación de dominar todo, pero sabiendo que es algo muy efímero y que sólo la Madre Naturaleza dispone de esos privilegios que ahora mismo poseemos, y que nos ha otorgado la posibilidad de disfrutar de ellos durante un breve lapsus de tiempo, así que con cámara en mano decidí inmortalizar todo lo que allí arriba estábamos viviendo.
Tras disfrutar de más de dos horas del vuelo, a nosotros nos pareció menos de diez minutos, emprendimos el descenso y el consecuente aterrizaje, que debido a la orografía del terreno resultaba algo complicado pero nuestro piloto lo resolvió con mucha solvencia. Se notaba que sus aventuras y periplos por el mundo le habían otorgado una experiencia que nos transmite una seguridad increíble, algo perfecto para disfrutar un poco más, si cabe de nuestro viaje.
Nuestra ruta
Viaje en globo por la zona del Montsec (desde Ager ) – La Noguera – Lleida
El vuelo en esta comarca es quizás de los más espectaculares, sobrevolando montañas de roca de 1.000 m de altura, los pantanos de Camarassa, Cellers o Sant Antoni, y pueblos tan auténticos como Camarassa, Las Avellanas, Vilanova de Meià, Cubells, etc.